“No es grande aquel que
nunca falla, sino aquel que nunca se da por vencido”.
“Utiliza tu imaginación, no
para asustarte, sino para inspirarte a lograr lo inimaginable”.
“La esperanza hace que
agite el naufrago sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra
por ningún lado”.
Muchas veces en la vida, tenemos que ”DESAPRENDER” ciertos patrones de
conducta que nos impiden avanzar y no nos dejan desarrollar nuestras
competencias y habilidades.
La
indefensión aprendida hace referencia a un estado psicológico
en el que un sujeto se percibe incapaz de transformar o cambiar mediante sus
acciones, la situación desagradable en la que se encuentra. Se comportan de
forma pasiva.
¿Cuántas personas conocemos que pese a su situación
dolorosa, no intentan hacer nada para modificarla?
No responde a pesar de que existen
oportunidades para ayudarse a sí mismo, evitando las circunstancias
desagradables o mediante la obtención de recompensas positivas.
La teoría de indefensión aprendida se relaciona con depresión clínica y otras enfermedades mentales resultantes de la percepción de
ausencia de control sobre el
resultado de una situación. A aquellos organismos que han sido ineficaces o
menos sensibles para determinar las consecuencias de su comportamiento se dicen
que han adquirido indefensión aprendida.
El síndrome de indefensión aprendida, es fácil de reconocer en medio de las verbalizaciones de
quienes la padecen.
Frases como:
“Dios lo ha querido así”
“El Universo o el
destino así lo ha decidido”,
“Es así y punto” o
“Para qué esforzarme si
no puedo hacer nada para cambiarlo” son comunes entre los que viven esta
condición. Dentro de cada una de estas frases se evidencia un estado de pérdida
total de la motivación, una renuncia a la esperanza de alcanzar los sueños y
las metas planteadas y finalmente un abandono a toda posibilidad que implique
una movilización para lograr que las cosas salgan bien, se resuelvan o se
mejoren.
Desde el punto de vista de la psicología,
la indefensión o desesperanza aprendida
planteada por Martin Seligman es una forma de
convicción, a la que se le atribuye el hecho de percibir que no es posible
modificar la realidad y que, independientemente de las acciones que emprenda un
sujeto para cambiarla, las cosas permanecerán tal y como están.
Esta percepción nace en el seno del
individuo cuando, por un motivo u otro, se ve enfrentado a vivir una serie
continua y aguda de fracasos ante una lucha. Dichos fracasos merman la fuerza
de voluntad de cambio en el sujeto, agotando las energías emocionales y físicas
necesarias para emprender nuevamente el camino de la superación que da el
empuje para volver a intentarlo.
Es muy común ver este tipo de
reacciones emocionales en aquellas personas que nacen en un entorno de maltrato
familiar y terminan siendo víctimas de violencia doméstica ya en su vida
adulta, donde además, son tan escasos los medios para salir de la pareja o
situación y reiniciar una vida, que cada intento llevado para superar esta
adversidad termina convirtiéndose en un fracaso o en una desilusión cada vez
mayor.
De este modo la indefensión aprendida se instaura como un aprendizaje en el cual
la persona entra a un estado de incapacidad percibida para resolver las
situaciones que amenazan su estabilidad emocional y física, llegando a
comprometer inclusive su vida.
Como consecuencia las personas con indefensión aprendida presentaran una
disminución de su autoestima e inclusive de su deseo para vivir.
La intensidad de su malestar
dependerá de que tanta certeza perciba sobre su expectativa de descontrol. Es
decir, mientras más convencido se esté de que no puede tener las riendas o el
control de una situación, más intensos serán los síntomas que se sufran.
Para finalizar destacar que
el síndrome de indefensión aprendida
es una condición
evitable y su prevención nos invita a eliminar de nuestras vidas a
toda costa una postura pasiva y sumisa ante la realidad.
De este modo, es evidente que por
muy dolorosa que sean las situaciones que nos toquen vivir debemos recurrir
siempre a reevaluar la situación en busca de ángulos positivos que nos enfoquen en
la solución.
A continuación os dejo un cuento que va ayudar a la comprensión de lo
expuesto:
“Un niño
fue a un circo con su padre y se quedó fascinado por un enorme elefante, de
fuerza descomunal. Al terminar la función, el chico vio como el domador ataba
una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Le sorprendió constatar que la estaca era un minúsculo
pedazo de madera.
-- “Papá ¿Cómo puede ser que el elefante no se escape? Le
preguntó.
-- Y su padre le dijo: “Porque está amaestrado”
-- El padre no supo que decirle.
-- Otro hombre que había escuchado la conversación, le reveló
la respuesta.
“El elefante no se
escapa porque ha estado atado a una estaca
parecida desde que nació.
Al principio
trataría de soltarse, empujando con fuerza. Pero siendo un elefantito la estaca
era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado,
impotente, y finalmente, resignado. Ahora ya ni se lo
plantea”.
Muy buen artículo! Y un importante concepto a tener muy presente en los tiempos que corren.
ResponderEliminarMe agrada contar con tu opinión.
EliminarUn saludo