domingo, 30 de junio de 2013

hijos y verano



Qué no hacer con los hijos en verano

La voz de galicia.

Echarles crema al llegar a la playa, viajar sin la tarjeta sanitaria, olvidar los horarios o dejar de vigilar a los adolescentes son algunos de los errores que los padres suelen cometer en verano. Esta es una época de descanso, pero no de abandono de la responsabilidad.

 




Las vacaciones escolares y familiares suponen un reto para los padres. Hay mucho tiempo libre, las costumbres se relajan y las dinámicas familiares son completamente diferentes a los meses restantes. Es fácil encontrar consejos sobre cómo afrontar estos días de asueto, pero lo que proponemos ahora es repasar qué no debemos hacer con nuestros hijos.

ESPERAR A LA PLAYA PARA ECHARLES LA CREMA. Es uno de los errores más comunes y repetidos: llegar a la playa y echar crema a los niños. Según explica la pediatra Mercedes del Río, especialista del centro de salud Tilos-Calo, en Teo, es fundamental proteger la piel antes de salir de casa, para que le dé tiempo a absorber los componentes de la crema. Además, deben tener siempre un índice superior a 15, ser resistentes al agua y proteger de los rayos UVA y UVB. Del Río recalca que los bebés menores de seis meses nunca deben estar expuestos al sol y hasta los dos años se tienen que evitar las horas centrales del día. Además, no solo hay que proteger a los niños en la playa, también para pasear por la ciudad o ir al parque, ya que si «la arena refleja los rayos solares en un 25 %, el agua lo hace en un 20 % y la hierba en un 10 %». En caso de sufrir quemaduras, la pediatra recomienda: beber mucho líquido, tomar algún analgésico si hay dolor o fiebre, y poner compresas frías sobre la herida (o una crema de hidrocortisona) varias veces al día; si sale una ampolla o es una gran quemadura, hay que ir al médico.

DEJARLES IR EN BICICLETA DE CUALQUIER MODO. Los servicios pediátricos de urgencias están hartos de ver heridas por culpa de las bicicletas o, mejor dicho, por un mal equipamiento al ir en bici. Es estupendo dejar a los niños que paseen a sus anchas, pero Mercedes del Río recuerda cómo deben ir: el casco es esencial, y aunque da calor salva la vida; la bicicleta ha de tener reflectores; el calzado debe adherirse a los pedales, eso es esencial, y por eso las chanclas son inaceptables; hay que advertir a los niños que nunca se agarren a otro vehículo en marcha, no compartan el sillín ni lleven a alguien en el manillar; y, por supuesto, que no usen auriculares mientras conducen.

CREER QUE PORQUE ES VERANO NO VAN A ENFERMAR. En invierno los padres prevén las muchas contingencias de los niños, desde accidentes hasta enfermedades o infecciones. En verano, en cambio, parece que nunca se enferma, cuando no es así. Por eso, si la familia sale de viaje, aunque sea para pasar las fiestas de la aldea, hay que llevar la cartilla sanitaria con todo el historial del menor, además, obviamente, de la tarjeta. También es importante no olvidarse de las vacunas que les corresponden -¡los médicos hacen turnos, por lo que el centro de salud no cierra!- e incluso si son mayorcitos es bueno aprovechar las vacaciones para que el pediatra les haga la revisión anual, los mida y los pese. En cuanto a los problemas médicos de verano, además de la deshidratación y los golpes de calor, que son más llamativos, son frecuentes las diarreas y las alergias, igual que los catarros provocados por el aire acondicionado.

OLVIDAR LOS HORARIOS. El verano es una época de relajamiento en la rutina, pero eso no quiere decir que la familia se pase un mes sin comer caliente. Parece que una vez que los niños superan la primera infancia ya pueden adaptarse al desorden. Y no es así. Aunque los primeros días sean un poco más caóticos, los expertos coinciden en señalar que hay que marcar unas pautas mínimas: levantarse a una hora razonable -hay quien eso lo considera las nueve de la mañana, para otros son las once, pero la una de la tarde es excesivo siempre-; comer en la mesa -aunque sea hamburguesa, pizza o ensalada de pasta-; y acostarse dentro de un orden -no tiene que ser a las ocho, pero tampoco deben estar siempre hasta la madrugada.. Es entonces cuando no pasa nada por que un día coman a las cuatro o se levanten a la una si la víspera hubo una verbena

MENOSPRECIAR ELABURRIMIENTO.Aburrirse. Papar moscas. Ver pasar el tiempo. El dolce far niente forma parte de nuestra vida y pretender que los niños no se aburran nunca es abocarlos a la hiperactividad e impedirles tiempo para reflexionar. Si un niño dice eso de «¡mamá, me aburro!» no hay que ir corriendo a entretenerlo o dejarle la tableta o móvil para que esté callado. Aburrirse es bueno, buenísimo. Lo que los pedagogos llaman «tiempo no estructurado» es la mecha de la creatividad, da pie a imaginar, inventar y crear cosas nuevas y propias.
Hay un juego sencillo que se les puede proponer, crear el tarro del aburrimiento: en un bote se meten papelitos doblados con cosas que hacer en caso de tedio absoluto, desde escribir una carta a los abuelos a decorar una camiseta vieja con botones. Así, cuando el niño diga que se aburre se le puede proponer que hurgue en el tarro o simplemente contestarle con esa frase desesperante de madre: «Pues no seas burro y diviértete».

DEJARLES QUE SE BAÑEN AL ACABAR DE COMER. Mercedes del Río cree que debe esperarse dos horas desde la comida para poder bañarse, para evitar un shock. Pero ese no es el único peligro del agua asociado a la infancia.
En Europa, destaca la pediatra de Teo, mueren cada año 5.000 menores por ahogamiento. «Se producen de una forma rápida y silenciosa», alerta, ya que «la mayoría de las veces se había perdido de vista a la víctima durante menos de 5 minutos». Por eso no se puede dejar solos a los niños ni un minuto, ni delegar esa vigilancia en los hermanos mayores; las piscinas privadas deben estar cercadas.
Para los jóvenes, el peligro viene del uso de colchonetas y de las zambullidas. Aunque no vayamos con ellos a la playa, hay que alertarlos para que tengan la máxima precaución.

RELAJARSE EN EXCESO CON LOS ADOLESCENTES. Según la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), un millón de jóvenes dedica cada verano 144 horas al consumo de alcohol, el tiempo que se tarda en aprender a hacer surf. Y un porcentaje muy alto de personas mantuvo su primera relación sexual en vacaciones (de verano o Navidad). El verano no puede ser una excusa para que los padres se olviden de las normas y de la vigilancia.






 Sara Carreira
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2013/06/29/hijos-verano/00031372496557950429478.htm

sábado, 29 de junio de 2013

Trucos para comer menos






Tu mente es tu mejor alidada.

En una sociedad donde la figura de belleza ideal está encarnada por personas delgadas y sin un gramo de grasa, no es extraño que se sigan constantemente las más diversas dietas para perder peso. Desgraciadamente, estas dietas nos permiten adelgazar a costa de un sacrificio atroz y después, a los pocos meses y como por arte de magia, los kilos que habíamos perdido regresan. Es lo que en Psicología se conoce como el “Efecto Rebote” y en el lenguaje popular se ha inmortalizado con la frase: lo difícil no es llegar, lo difícil es mantenerse”.

Y para todos lo que intentan llevar esta lucha de manera personal y autónoma, seguro que estos consejos les van a venir bien si no los conocían. Porque si hay algo difícil en una dieta, es saber cuando, como y cuanto hay que comer, siendo esto último bastante difícil de acotar pues haciendo dieta a veces somos poco objetivos con las raciones y, o nos pasamos, o no llegamos.

Afortunadamente, existen trucos para comer menos y ni siquiera sentir esa hambre visceral que es la que nos induce a ingerir más calorías de la cuenta. De hecho, el principal problema de la mayoría de las dietas que existen en la actualidad es que son demasiado restrictivas y no tienen en cuenta el factor psicológico.

Trucos para comer menos

Bebe agua antes de la comida: no solo conseguiremos unos riñones de lujo sino que además tendremos lleno el estómago y nos saciaremos antes, por lo que no consumiremos tanto como podríamos hacer si lo tuviéramos vacío. Y si no queremos agua, la fruta, en especial la que tenga un alto contenido en agua (peras, sandia, melón…) puede venirnos de perlas para el caso.


Comienza con una ensalada: la ensalada tiene pocas calorías y se tarda su tiempo en comerla porque hay que masticar mucho, esto hace que nos saciemos antes y que con pocas calorías sintamos que ya estamos satisfechos, evitando los atracones. De igual forma, el masticar mucho la comida nos ayudará no solo a calmar el apetito sino que, psicológicamente también nos llenamos y cubrimos esa sensación de consumir o ingerir alimentos.

Elige una vajilla más pequeña. Si tus platos y vasos son más pequeños, tendrás la tendencia a comer mucho menos y, aún así, te sentirás saciada. Esto se debe a que la vista desempeña un papel fundamental en el momento de alimentarnos. De hecho, hace años se realizó un curioso experimento que demuestra esta idea. Los investigadores les pidieron a las personas que comieran hasta que se sintiesen satisfechas. Salieron de la habitación y las dejaron con un plato de sopa enfrente. Lo curioso es que a algunos les bombeaban sopa desde debajo de la mesa haciendo que el plato siempre estuviese medio lleno (aunque ellos no lo sabían, obviamente). Como resultado, estas personas comieron mucho más pero reportaron el mismo nivel de saciedad que quienes habían comido la mitad pero iban viendo como la sopa se acababa. Por tanto, una vajilla más pequeña no solo te incitará a comer raciones menores sino que también hará que te sientas más satisfecha.

Cambia los colores de los platos. En este punto ya ha quedado claro que también comemos con la vista, que no solo degustamos un plato con nuestras papilas gustativas sino también con los ojos. De hecho, una investigación ha demostrado que cuando existe un fuerte contraste entre el color del plato y los alimentos los encontramos mucho más apetecibles y tendremos la tendencia a comer más. En realidad no es nada nuevo ya que todos sabemos que una ensalada decorada con esmero, donde resalten los colores de las verduras, es más atractiva que una ensalada mal picada y puesta a la buena de Dios sobre un plato cualquiera. Obviamente, no se trata de que seas descuidada en la preparación de los alimentos sino simplemente de que uses platos que no creen un contraste visual que despierte ulteriormente el hambre.

La clave está en comer más veces, pero menos cantidades: esta es una de las regla estrella de la dieta mediterránea, aumentar el número de comidas a 5-6 por día. Esto hará que en las comidas principales los niveles de glucosa no estén tan bajo y lleguemos con esa sensación de hambre tan grande.

Y algo bien importante, no podemos esperar nunca a estar llenos. Cuando lleguemos a este punto ya no habrá vuelta atrás pues eso significará que efectivamente nos hemos pasado. Siempre viene bien quedarse con un poco (ojo, un poco) de hambre y no llegar a los extremos.


Aleja de ti los alimentos que no quieras comer. El simple acto de apartar de nuestro alcance un alimento que nos resulta tentador ya nos ayuda a controlar el deseo de comerlo. ¿Por qué? Porque cuando ponemos una distancia entre el objeto que deseamos y nosotros mismos, nos estamos desligando emocionalmente de este (al menos en parte) y, por tanto, asumimos una posición aventajada para combatir la tentación. Además, poner distancia también nos da tiempo para ser conscientes de lo que estamos a punto de hacer y controlar nuestros impulsos.

Este truco para comer menos también se ha demostrado en un curiosísimo experimento. En esta oportunidad se le dijo a un grupo de trabajadores que los iban a premiar por sus resultados con la posibilidad de comer todos los bombones que quisieran durante un mes. Lo interesante fue que a un grupo se les ponía todos los días el bol de bombones en su escritorio y a otro grupo se les ubicaba a dos metros de distancia. ¿Resultados? Cuando el bol estaba al alcance de la mano las personas comían una media de 9 bombones diarios pero cuando se encontraba a dos metros el promedio disminuía a 4 bombones al día.



martes, 18 de junio de 2013

preguntas y dudas

¿Nos hacemos las preguntas adecuadas?



Cuando las cosas no van tan bien como uno quisiera, cuando uno no se siente a gusto, termina cuestionando todo pero sobre todo se cuestiona a sí mismo. Y más temprano que tarde se formula preguntas que en muchas ocasiones lejos de capacitarle para afrontar la situación le llevan a mantenerse en el mismo caos mental sin proporcionar posibles alternativas que permitan dar una solución a la situación. Y es que hoy, quiero tratar este “partido mental” de preguntas y respuestas que muchas veces se da en nuestra cabeza y que si bien unas veces nos encumbra otras nos hunde en lo más bajo del lodazal.

Lo cierto es que las preguntas tienen una extraña cualidad, no puedes dejar de responderlas. Pero normalmente no nos paramos a reflexionar sobre el impacto que tienen las preguntas que nos realizamos. Nos limitamos a preguntarnos por preguntar. Y aquí está el gran error, no todas las preguntas son igual de válidas. Porque aunque todas las pregunta te hacen pensar, no todas te movilizan de la misma manera. Por eso nuestra propuesta es que te cuestiones las preguntas que te haces. Éstas, ¿te capacitan o te incapacitan? Las buenas preguntas son las que promueven una nueva comprensión, se focalizan en las soluciones, mueven a la acción y ayudan a responder a la situación.

Por el contrario, estarían aquel tipo de preguntas que podemos llamar limitantes y que a diferencia de las anteriores ponen el acento en el problema y no en la solución. Son un tipo de preguntas que tienden a crear bucles repetitivos que nos impiden avanzar. La solución pasa por ser consciente de tu lenguaje interno, en este caso de las preguntas que te realizas, y es que has de saber que si la pregunta no es la adecuada tu respuesta va a estar en consonancia a ello. De algún modo, la calidad de tus preguntas determina tu calidad de vida.

Veamos algunos de ejemplos de preguntas limitantes en las que muchos solemos caer en el día a día y que nos llevan a centrarnos más en el problema, sin promover ningún tipo de acción ni ofrecernos un nuevo enfoque que permita solucionar la situación. Estas serían algunas preguntas a evitar y algunos cuestionamientos a tener en cuenta:
  • ¿Por qué siempre me ocurre a mí? Es la típica pregunta que todos más o menos nos cuestionamos cuando acaece una adversidad. Mira a tu alrededor, observa que muchas personas están en tu misma situación e incluso peor. Muchas se estarán lamentando como tú, pero otras lo viven de forma más positiva. ¿Por qué no puedes hacerlo tú también?, ¿seguro que no hay nada de positivo en todo ello?
  • ¿Y si no soy capaz de conseguirlo? Tienes miedo a no ser lo suficientemente bueno para lograr tus objetivos, y tu miedo a no alcanzar las metas te lleva a la derrota. No olvides que la única derrota que puedes tener es no haberlo intentado. No tienes obligación de acertar, ni de no fallar, tu único deber contigo mismo es hacer el camino, es intentarlo.
  • ¿Por qué no gusto o no caigo bien a los demás? No tienes que gustar a todo el mundo, a ti tampoco te gusta todo el mundo. Fíjate en las personas a las que les gustas, son muchas más de las que te imaginas. Es tu inseguridad lo que te lleva a pensar así. Lo más importante es que tú te aceptes como eres, esa es la base para que los demás también lo hagan.
  • ¡Cuántas cosas me faltan! Esto no sería una pregunta, sino una exclamación, casi un lamento. Te afliges por lo que te falta ¿de verdad lo necesitas? ¿Para qué? ¿Serías más feliz con esas cosas que hoy no tienes, o a los tres meses estarías igual? Tal vez si lo enfocases desde el otro ángulo, la visión sería mucho más positiva. ¿Por qué no ves lo que tienes? ¿Te has parado a pensar en las muchas cosas buenas que posees?
  • ¿Cómo voy a olvidar? Si has tenido cosas buenas en el pasado y hoy no las posees, muéstrate agradecido por haberlas disfrutado, otras personas no han podido. Si lo que no puedes olvidar son malos momentos o errores, entonces aprende de ellos, saca su lado positivo, no te quedes solo con el dolor y el sufrimiento.
  • ¿Qué van a pensar de mí? No puedes actuar en función de lo que opinen o no los demás, tienes que actuar en función a tu criterio personal, a tus convicciones. No olvides que eres tú el que debe dirigir su vida.
  • ¿Qué pasaría si…? El mundo es de los valientes. La gente no te va a rechazar si eres una persona coherente con tus sentimientos y actúas en función a ellos, y siempre y cuando respetes a los demás.
  • ¿Cuándo cambiarán las cosas? Las cosas no cambian por sí mismas, cambias tu modo de actuar o de verlas. El mundo no cambia solo, lo cambian las personas y en ese grupo estás tú.
En definitiva, lo que os queremos transmitir es el gran potencial que encierran las preguntas, porque una pregunta bien hecha tiene el potencial para cambiar de raíz el prisma con el que vemos el mundo. Y este mundo, en el que cambio se ha acelerado, si hay algo que prima es la necesidad de hacerse buenas preguntas porque como diría Benedetti, ahora que creíamos que teníamos todas las respuestas, de repente nos cambian todas las preguntas.


"La pregunta llega muchas veces terriblemente más tarde que la respuesta."












www.devivencias.com/%C2%BFnos-hacemos-las-preguntas-adecuadas


domingo, 16 de junio de 2013

Cómo mejorar las habilidades sociales

          

Cinco técnicas          

Mejorar las habilidades sociales no solo te ayudará a convertirte en una persona más agradable sino que te abrirá muchas puertas en la sociedad e incluso te reportará beneficios a nivel psicológico ya que te hará sentir más seguro de ti y más satisfecho con la vida.

Afortunadamente, las habilidades sociales son formas de actuar que se aprenden a lo largo de la vida, no son innatas sino que, si nos esforzamos, podemos desarrollarlas de adultos. Básicamente, existen unas habilidades sociales básicas (que serían: saber escuchar, hacer las preguntas adecuadas, saber cómo comenzar y terminar una conversación…) y hay unas habilidades más complejas (aceptar las críticas, saber pedir ayuda, convencer a los demás a través del discurso…).

Mejorar las habilidades sociales, tanto las básicas como las más complejas, es esencial en nuestra sociedad  ya que prácticamente todo nuestro día a día se basa en la comunicación interpersonal. Ya no estamos en el tiempo de las cavernas cuando la fuerza y las habilidades físicas eran fundamentales, hoy la sociedad valora mucho más la inteligencia y la sociabilidad.

Por eso, en esta oportunidad me gustaría compartir algunas sencillas técnicas para mejorar las habilidades sociales. Te bastará aprenderlas, analizar la situación y aplicarlas siempre que sea necesario.

1. La técnica del disco rayado: consiste en repetir una y otra vez, como si fuésemos un disco rayado, nuestra opinión. Esta técnica es particularmente útil con los vendedores pero también para enfrentar a aquellas personas que intentan desvirtuar la conversación por otros derroteros, quizás en porque intentan convencernos de una idea diferente a la nuestra, una idea que en realidad no nos interesa. De esta manera le estamos demostrando, sin alterarnos, que tenemos un objetivo bien preciso y estamos dispuestos a seguirlo.

2. Aserción negativa: quien haya pasado por un tribunal de tesis, seguramente conocerá esta técnica pero lo cierto es que también es muy útil en otros contextos, sobre todo cuando la otra persona tiene más poder de decisión que nosotros. Consiste, básicamente, en buscar un punto en común con la crítica que realiza la otra persona, dándole parte de la razón y, a la misma vez, exponiendo otro punto de vista.

Por ejemplo, tu pareja te recrimina porque llegaste muy tarde a casa: “Tenías que haber llegado más temprano, tu actitud es inconcebible…

A lo que podemos responderle: “Es cierto que he llegado tarde (aserción) pero teniendo en cuenta que casi nunca salgo (el otro punto de vista), no pensé que fuese un problema para ti”.

3. La técnica del sándwich: el principal objetivo de esta técnica es hacer llegar una crítica y lograr que esta sea bien recibida. Para ello, comenzamos puntualizando un aspecto positivo, a continuación mencionamos algo que se podría mejorar y terminamos con unas palabras de ánimo.

Por ejemplo: “Ya sé cuánto te has esforzado por terminar este proyecto. No obstante, creo que podrías prestarle un poco más de atención a (crítica). Estoy segura de que muy pronto conseguirás mejorar ese aspecto. Tienes mucho potencial”.

4. Repetir los mensajes de la otra persona: el error más común de las personas que se sumergen en una discusión es parapetarse detrás de su punto de vista. Con esta técnica, le estarás demostrando al otro que escuchas sus puntos de vista y los comprendes. En realidad, te bastará retomar sus palabras, sobre todo las que se relacionan con las emociones.

Por ejemplo: Sé que te sientes molesto porque (la causa) y lo comprendo perfectamente…

5. Dar afecto: quizás te parecerá una tomadura de pelo pero lo cierto es que la inmensa mayoría de las personas reacciona de forma positiva ante el afecto por lo que esta es una de las principales habilidades sociales a desarrollar.

Dar afecto no significa que debemos besar a un desconocido sino que debemos demostrar con nuestro lenguaje extraverbal que la apreciamos como persona y que estamos abiertos al diálogo. Para ello es fundamental dar un apretón de manos cordial, esbozar una sonrisa siempre que la situación lo permita, mantenernos ligeramente inclinados en actitud de atención y, sobre todo, jamás cruzar los brazos a la altura del pecho.









viernes, 14 de junio de 2013

educación niños

¿Cómo enseñar a los niños a ser amables?

Infocop | 
En una sociedad donde la violencia parece estar bastante presente, muchos padres se preguntan de qué modo pueden educar a sus hijos en valores -tales como la amabilidad, la empatía y la compasión hacia los demás, entre otros-, y a partir de qué edad comienzan a adquirirlos.

A este respecto, las últimas investigaciones en el campo de la psicología del desarrollo, han encontrado que los niños son capaces de mostrar signos de empatía desde una edad muy temprana. Estos resultados ponen de relieve la necesidad de fomentar, tanto desde el contexto educativo como familiar, la conducta prosocial como un instrumento para el desarrollo de la personalidad durante la infancia y la adolescencia.

En este sentido, los padres deben actuar como modelos de empatía y de valores socio-morales positivos, alentando a sus hijos a ser amables, justos y responsables. Para ello, la APA (American Psychological Association –Asociación Americana de Psicología), propone una serie de pautas que pueden llevarse a cabo desde el ámbito familiar:

1.  Es importante hacer ver a los niños, lo mucho que significa para usted que se comporte con amabilidad y responsabilidad. Cuando vea a su hijo actuando de forma desconsiderada e irresponsable, debe hacerle saber de inmediato que no está de acuerdo con este tipo de conductas. Hable con firmeza y honestidad, criticando el acto en sí, no al niño, por ejemplo: “Esto que acabas de hacer no ha sido muy amable” en lugar de “Tú no eres amable”.
Asimismo, hay que darle una explicación del por qué desaprueba esta conducta, por ej.: "Mira, Juan está llorando. Llora porque te has llevado su juguete, y eso no ha estado bien”.
Es importante que los niños sepan hasta qué punto le preocupa su comportamiento hacia los demás. Si ven que para usted es importante, también lo será para ellos.

2.   Sea franco, honesto y directo con sus hijos acerca de qué comportamientos son adecuados y cuáles no. Dé explicaciones directas y concisas: la idea es enseñarles, no hacerles sentir culpables.

3.   Los niños suelen buscar “pistas” en sus padres y otros adultos sobre la manera en que deben comportarse. Si usted actúa consistentemente de forma amable y compasiva, es probable que sus hijos también lo hagan.

4.   Tenga en cuenta que si usted dice una cosa y hace otra, sus hijos prestarán mucha más atención a lo que hace. La advertencia "Haz lo que yo digo, no lo que hago" simplemente no funciona, sobre todo cuando se trata de enseñar normas de conducta.

5.    Intente que su hijo se rodee de personas amables y comprensivas, para que disponga de varios modelos a seguir.
Si usted trata a sus hijos con tolerancia, respeto y consideración, le ayudará a entender que todos los seres vivos deben ser tratados de igual forma, y actuarán en consecuencia, respetando estos valores.

Por otro lado, es comprensible que los padres puedan sentirse preocupados por la influencia que pueden ejercer sobre sus hijos algunos factores externos como el grupo de iguales o la violencia que aparece en determinados programas de televisión y/o películas.

Con el fin de determinar de qué manera puede afectar la televisión a los niños y jóvenes, el Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. realizó un estudio, cuyos resultados evidenciaron una tendencia, por parte de los niños, a imitar el comportamiento que ven en la televisión.

A este respecto, la APA aconseja a los padres limitar la visión de programas violentos y animar a sus hijos a que vean programas que promuevan valores éticos y morales. Para ello, hace una serie de recomendaciones:

1.   Infórmese sobre las películas que sus hijos desean ver. ¿Qué modelos de actuación ofrecen? ¿Promueven la violencia hacia las personas o los animales? Ayude a su hijo a desarrollar una reacción crítica ante lo que ve en la TV, preguntándole sobre lo que ha visto y animándole a considerar otras actitudes que los personajes podrían haber tenido.

2.     Enséñele libros que promuevan comportamientos prosociales. Tenga en cuenta, que los personajes deben ser modelos con los que puedan sentirse identificados.

3.   Háblele sobre personalidades famosas que realicen o hayan realizado actos altruistas. Averigüe a qué personajes admira su hijo y por qué.

4.     Anime a su hijo a involucrarse y participar en tareas de voluntariado, fomentando así la responsabilidad, la tolerancia y la empatía.

Los expertos señalan que cuando los niños perciben que son queridos y que tienen una base segura en el hogar, tienden a prestar más atención a los demás. En cambio, si se sienten privados de amor y de atención, suelen centrarse en sí mismos y en sus propias necesidades.

De este modo, las normas y valores que se practiquen en el hogar, determinarán la conducta social que manifiesten los niños en su vida diaria.





Fuente: APA