Esta
entrada está dedicada a los padres y madres que intervienen directamente cuando
sus hijos tienen conflictos con alguno de sus compañeros. Como veremos a
continuación, suelen empeorar las cosas en la mayoría de los casos.
DE
QUÉ ESTAMOS HABLANDO
Los conflictos entre los niños son
bastante frecuentes en la escuela, basta con pasar no más de diez
minutos en un patio de recreo para ilustrarse cientos de casos reales. No me
estoy refiriendo a situaciones de violencia o acoso escolar. Me refiero a los
habituales enfados de “ya no soy tu amigo”, “ya no juego contigo”, “me
has insultado”…
Los motivos suelen ser bromas,
cambios de preferencias entre los amigos, disputas por un juguete o similares. Esos
conflictos suelen ser bastante superficiales, normalmente los niños los
resuelven pacíficamente y en poco tiempo: a primera hora de clase dejan de
ser amigos, y al terminar el recreo ya son tan amigos como antes.
A veces, los educadores mediamos
quitando importancia a la “ofensa” y animando a la reconciliación: “pídele perdón
y volved a ser amigos”. Es una medida que suele resultar eficaz.
Otras veces tenemos que ser árbitros de multitud de situaciones y como la
justicia, solemos ser ciegos y desgraciadamente no siempre acertamos… pero son
asuntos menores.
CUANDO
LOS PADRES SE ENTROMETEN
Pero en algunos casos, el enfado
dura algo más o sucede al final de la mañana, de manera que no da tiempo a la
reconciliación y los chicos se van a casa con el enfado.
Como
es normal, el enfado se comenta en casa. Algunos padres actúan con
bastante sensatez, como lo hacemos los educadores en el colegio, pero algunos
prefieren tomar cartas en el asunto a la primera y pasan a la acción con un: “se va a
enterar ese niño mañana”.
Al día siguiente el papá o la mamá
de ese niño ofendido la emprende con el otro niño o niña en cuestión, que por
cierto muchas veces no se acuerda de lo que sucedió, y ya tenemos el
problema. He visto como algunos padres reprendían a los niños delante de
sus padres, poniéndolos en la tesitura de “defender” a sus hijos y responder.
Si ven que tratan a su hijo con malos modos, hablando de adulto a niño, ellos
responde de forma más bien agresiva.
El conflicto pasa de los niños a
los padres y la situación empeora. Un problema que era de niños, ahora
pasa a ser un problema de adultos, con soluciones de adultos: se puede pasar a
insultos que no se deberían escuchar en una escuela, hasta las amenazas,
agresiones físicas o llegar a la denuncia.
QUÉ
HA OCURRIDO
Como ven, cuando los padres se
entrometen en este tipo de situaciones, suelen empeorarlas. El motivo creo que
es muy sencillo: una situación infantil, se ha analizado y
querido resolver con
perspectiva de adulto.
Como he dicho, los niños no suelen guardar rencor, son más
propensos a perdonar y generalmente la dinámica habitual es que esos pequeños
problemas los solucionan ellos solos.
Los adultos, lo analizamos como
adultos, con sentimientos más fuertes de rencor, venganza y menos de
perdón. Cuando ya se produce un enfrentamiento entre padres, la situación pasa
a otro nivel de gravedad en la que se ven involucrados los propios chicos y que
claramente empeora y enquista las cosas.
ENTONCES,
QUÉ HACER
No se trata de mirar para otro
lado, sino de valorar las situaciones en su justa medida y según la
perspectiva de los propios niños. En esto, creo que los educadores
deberíamos ser una voz autorizada.
Los adultos (padres y educadores)
debemos mediar en estas edades y enseñarles a resolver los problemas
interpersonales de forma adecuada. Normalmente, les podemos ofrecer pautas y
estrategias de actuación como son las habilidades sociales.
Tenemos que estar atentos cuando
esos conflictos van a más: en ese caso sí debemos intervenir, intentando
impartir justicia y corrigiendo, probablemente con más contundencia.
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Fuente: familiaycole
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