El miedo a quedarse encerrado
Miedo a quedarse
encerrado en el ascensor, pánico a viajar en metro y tendencia a evitar los
túneles en la carretera; estos son algunos de los miedos más comunes de las
personas que padecen de claustrofobia. Este miedo va acompañado de
palpitaciones, boca seca, sensación de ahogo y deseos incontrolables de
escapar. En ocasiones el miedo llega a ser tan intenso que se percibe la
sensación de una muerte inminente.
Como parte de las
fobias, la claustrofobia es un miedo irracional ante los lugares cerrados o a
sentirse atrapados en un espacio demasiado pequeño. Dentro de todas las fobias,
esta es una de las más comunes que afecta aproximadamente al 5% de la
población. Sin embargo, lo interesante y peculiar de la claustrofobia es que
normalmente la persona no le teme a los lugares cerrados en sí sino a los ataques de pánico y las sensaciones que experimenta
cuando se encuentra en los mismos.
Además, en el
caso de la claustrofobia a veces puede rastrearse una situación desencadenante
que dio lugar a este miedo, como haberse quedado encerrado por muy poco tiempo
en un ascensor o en un coche dentro de un túnel. Estas experiencias
desagradables se quedan profundamente grabadas en su recuerdo y posteriormente,
cuando la persona tan solo imagina que se deberá enfrentar a una situación
similar, reaccionará de manera exagerada.
No obstante,
existen otros especialistas que abogan por causas hereditarias ya que se conoce
que la claustrofobia es más común en los hijos de las personas que la padecen.
Sin embargo, lo cierto es que quizás los padres lo que transmiten no son los
“genes de la fobia” sino el estado de ansiedad ante las situaciones,
despertando en los hijos la sensación de peligro inminente.
¿Qué sienten los claustrofóbicos?
Las personas que
padecen de claustrofobia experimentan síntomas muy variados que dependen de la
intensidad del miedo y la ansiedad que le provoque la situación. Así, los
síntomas van desde un malestar vago que se manifiesta con la boca seca, las
palpitaciones y el sudor frío hasta un malestar general que se expresa con la
sensación de ahogo, náuseas, hiperventilación y sensación de muerte inminente.
Se afirma que entre el 3 y el 4% de las personas sufre este malestar general.
Vale aclarar que
la ansiedad es una reacción de alarma ante una situación que podría ser
peligrosa. Por una parte la ansiedad provoca una activación psicológica que se
expresa en preocupación e impaciencia y por otra parte, desata una reacción
fisiológica a través de descargas continuas de adrenalina de forma que nuestro
organismo esté en las mejores condiciones posibles para huir velozmente en caso
de que fuera necesario. Precisamente esta descarga de adrenalina es la
responsable del aumento de la presión arterial, las palpitaciones o incluso la
contracción de los esfínteres.
Aunque la
ansiedad provoca dos reacciones: en el plano psicológico y fisiológico; ambas
áreas se determinan mutuamente de forma que mientras más nos preocupamos, más
adrenalina liberamos y, mientras más palpitaciones percibimos, más nos
preocupamos. De esta forma se crea un círculo vicioso del cual solo se puede
salir si tomamos el control de la situación conscientemente.
De manera
natural, casi siempre estas manifestaciones indeseadas van cediendo en la misma
medida en que la persona se aleja de la situación que las provocó. No obstante,
pueden agravarse de forma considerable cuando la persona se encuentra el
público ya que la sensación de vergüenza añade más ansiedad a los niveles que
ya se experimentan.
El tratamiento de la claustrofobia
La claustrofobia
es una fobia específica que suele tratarse con gran éxito (siempre que no esté
relacionada con otros trastornos) y sin la necesidad de ingerir fármacos. El
tratamiento más extendido es la desensibilización sistemática, que consiste en
la exposición sistemática, gradual y controlada a la situación atemorizante.
No obstante,
antes de comenzar este tratamiento el psicólogo suele brindarle a la persona
toda la información y herramientas psicológicas que necesita para enfrentarse
con éxito a los espacios pequeños y cerrados. Generalmente se le explica qué
ocurre en su mente y en su cuerpo cuando experimenta estas sensaciones porque
comprender que este es un proceso normal de respuesta ante el miedo les ayuda a
perder el temor a sus sensaciones. También se les entrena en técnicas de
relajación y respiración que deben poner en práctica cuando se enfrentan a la
situación estresante.
Los datos de la
práctica clínica afirman que con la desensibilización sistemática (y en casos
sencillos), la ansiedad suele disminuir en un 50% en la primera hora y para la
tercera hora de tratamiento ya ha desaparecido casi por completo.
Por otro lado,
también existen especialistas que apuestan por la realidad virtual, sumergiendo
a la persona claustrofóbica en ambientes controlados creados específicamente
para combatir estos miedos. También se utiliza la hipnosis, en este caso se le
dan instrucciones a las personas mientras están en un estado hipnótico para
combatir el miedo. En estudios realizados se ha demostrado que al menos en
situaciones puntuales, estas instrucciones han sido útiles para eliminar el
miedo en más del 90% de los casos.
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Fuente:
Martínez, A. G. (2006) De
la claustrofobia a la ansiedad en primera persona. Madrid: Imagine.
www.rinconpsicologia.com
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