Tu mente es tu mejor alidada.
En una sociedad donde la figura de belleza ideal está encarnada por personas delgadas y sin un gramo de grasa, no es extraño que se sigan constantemente las más diversas dietas para perder peso.
Desgraciadamente, estas dietas nos permiten adelgazar a costa de un sacrificio
atroz y después, a los pocos meses y como por arte de magia, los kilos que
habíamos perdido regresan. Es lo que en Psicología se conoce como el “Efecto
Rebote” y en el lenguaje popular se ha inmortalizado con la frase: “lo difícil no es llegar, lo difícil es
mantenerse”.
Y
para todos lo que intentan llevar esta lucha de manera personal y autónoma,
seguro que estos consejos les van a venir bien si no los conocían. Porque si
hay algo difícil en una dieta, es saber cuando, como y cuanto hay que comer,
siendo esto último bastante difícil de acotar pues haciendo dieta a veces somos
poco objetivos con las raciones y, o nos pasamos, o no llegamos.
Afortunadamente, existen trucos para comer menos y ni
siquiera sentir esa hambre visceral que es la que nos induce a ingerir más
calorías de la cuenta. De hecho, el principal problema de la mayoría de las
dietas que existen en la actualidad es que son demasiado restrictivas y no
tienen en cuenta el factor psicológico.
Trucos para
comer menos
Bebe agua antes de la comida: no
solo conseguiremos unos riñones de lujo sino que además tendremos lleno el
estómago y nos saciaremos antes, por lo que no consumiremos tanto como
podríamos hacer si lo tuviéramos vacío. Y si no queremos agua, la fruta, en
especial la que tenga un alto contenido en agua (peras, sandia, melón…) puede
venirnos de perlas para el caso.
Comienza con una ensalada: la ensalada tiene pocas calorías y se
tarda su tiempo en comerla porque hay que masticar mucho, esto hace que nos
saciemos antes y que con pocas calorías sintamos que ya estamos satisfechos,
evitando los atracones. De igual forma, el masticar mucho la comida nos ayudará
no solo a calmar el apetito sino que, psicológicamente también nos llenamos y
cubrimos esa sensación de consumir o ingerir alimentos.
Elige una vajilla más pequeña. Si tus
platos y vasos son más pequeños, tendrás la tendencia a comer mucho menos y,
aún así, te sentirás saciada. Esto se debe a que la vista desempeña un papel
fundamental en el momento de alimentarnos. De hecho, hace años se realizó un
curioso experimento que demuestra esta idea. Los investigadores les pidieron a
las personas que comieran hasta que se sintiesen satisfechas. Salieron de la
habitación y las dejaron con un plato de sopa enfrente. Lo curioso es que a
algunos les bombeaban sopa desde debajo de la mesa haciendo que el plato
siempre estuviese medio lleno (aunque ellos no lo sabían, obviamente). Como
resultado, estas personas comieron mucho más pero reportaron el mismo nivel de
saciedad que quienes habían comido la mitad pero iban viendo como la sopa se
acababa. Por tanto, una vajilla más pequeña no solo te incitará a comer
raciones menores sino que también hará que te sientas más satisfecha.
Cambia los colores de los platos. En este
punto ya ha quedado claro que también comemos con la vista, que no solo
degustamos un plato con nuestras papilas gustativas sino también con los ojos.
De hecho, una investigación ha demostrado que cuando existe un fuerte contraste
entre el color del plato y los alimentos los encontramos mucho más apetecibles
y tendremos la tendencia a comer más. En realidad no es nada nuevo ya que todos
sabemos que una ensalada decorada con esmero, donde resalten los colores de las
verduras, es más atractiva que una ensalada mal picada y puesta a la buena de
Dios sobre un plato cualquiera. Obviamente, no se trata de que seas descuidada
en la preparación de los alimentos sino simplemente de que uses platos que no
creen un contraste visual que despierte ulteriormente el hambre.
La clave está en comer más veces, pero menos cantidades: esta es una de las regla estrella de
la dieta mediterránea, aumentar el número de comidas a 5-6 por día. Esto hará
que en las comidas principales los niveles de glucosa no estén tan bajo y
lleguemos con esa sensación de hambre tan grande.
Y algo bien importante, no podemos esperar nunca a estar llenos.
Cuando lleguemos a
este punto ya no habrá vuelta atrás pues eso significará que efectivamente nos
hemos pasado. Siempre viene bien quedarse con un poco (ojo,
un poco) de hambre y no llegar a
los extremos.
Aleja de ti los alimentos que no quieras
comer. El simple acto de apartar de
nuestro alcance un alimento que nos resulta tentador ya nos ayuda a controlar
el deseo de comerlo. ¿Por qué? Porque cuando ponemos una distancia entre el
objeto que deseamos y nosotros mismos, nos estamos desligando emocionalmente de
este (al menos en parte) y, por tanto, asumimos una posición aventajada para
combatir la tentación. Además, poner distancia también nos da tiempo para ser
conscientes de lo que estamos a punto de hacer y controlar nuestros impulsos.
Este truco para comer menos también se ha demostrado en
un curiosísimo experimento. En esta oportunidad se le dijo a un grupo de
trabajadores que los iban a premiar por sus resultados con la posibilidad de
comer todos los bombones que quisieran durante un mes. Lo interesante fue que a
un grupo se les ponía todos los días el bol de bombones en su escritorio y a
otro grupo se les ubicaba a dos metros de distancia. ¿Resultados? Cuando el bol
estaba al alcance de la mano las personas comían una media de 9 bombones
diarios pero cuando se encontraba a dos metros el promedio disminuía a 4
bombones al día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario