Cinco técnicas
Mejorar las habilidades sociales no solo te ayudará a convertirte en una persona más agradable sino que te abrirá muchas puertas en la sociedad e incluso te reportará beneficios a nivel psicológico ya que te hará sentir más seguro de ti y más satisfecho con la vida.
Afortunadamente, las habilidades sociales son formas de actuar que se aprenden a lo largo de la vida, no son innatas sino que, si nos esforzamos, podemos desarrollarlas de adultos. Básicamente, existen unas habilidades sociales básicas (que serían: saber escuchar, hacer las preguntas adecuadas, saber cómo comenzar y terminar una conversación…) y hay unas habilidades más complejas (aceptar las críticas, saber pedir ayuda, convencer a los demás a través del discurso…).
Mejorar las habilidades sociales, tanto las básicas como las más complejas, es esencial en nuestra sociedad ya que prácticamente todo nuestro día a día se basa en la comunicación interpersonal. Ya no estamos en el tiempo de las cavernas cuando la fuerza y las habilidades físicas eran fundamentales, hoy la sociedad valora mucho más la inteligencia y la sociabilidad.
Por eso, en esta oportunidad me gustaría compartir algunas sencillas técnicas para mejorar las habilidades sociales. Te bastará aprenderlas, analizar la situación y aplicarlas siempre que sea necesario.
1. La técnica del disco rayado: consiste en repetir una y otra vez, como si fuésemos un disco rayado, nuestra opinión. Esta técnica es particularmente útil con los vendedores pero también para enfrentar a aquellas personas que intentan desvirtuar la conversación por otros derroteros, quizás en porque intentan convencernos de una idea diferente a la nuestra, una idea que en realidad no nos interesa. De esta manera le estamos demostrando, sin alterarnos, que tenemos un objetivo bien preciso y estamos dispuestos a seguirlo.
2. Aserción negativa: quien haya pasado por un tribunal de tesis, seguramente conocerá esta técnica pero lo cierto es que también es muy útil en otros contextos, sobre todo cuando la otra persona tiene más poder de decisión que nosotros. Consiste, básicamente, en buscar un punto en común con la crítica que realiza la otra persona, dándole parte de la razón y, a la misma vez, exponiendo otro punto de vista.
Por ejemplo, tu pareja te recrimina porque llegaste muy tarde a casa: “Tenías que haber llegado más temprano, tu actitud es inconcebible…”
A lo que podemos responderle: “Es cierto que he llegado tarde (aserción) pero teniendo en cuenta que casi nunca salgo (el otro punto de vista), no pensé que fuese un problema para ti”.
3. La técnica del sándwich: el principal objetivo de esta técnica es hacer llegar una crítica y lograr que esta sea bien recibida. Para ello, comenzamos puntualizando un aspecto positivo, a continuación mencionamos algo que se podría mejorar y terminamos con unas palabras de ánimo.
Por ejemplo: “Ya sé cuánto te has esforzado por terminar este proyecto. No obstante, creo que podrías prestarle un poco más de atención a (crítica). Estoy segura de que muy pronto conseguirás mejorar ese aspecto. Tienes mucho potencial”.
4. Repetir los mensajes de la otra persona: el error más común de las personas que se sumergen en una discusión es parapetarse detrás de su punto de vista. Con esta técnica, le estarás demostrando al otro que escuchas sus puntos de vista y los comprendes. En realidad, te bastará retomar sus palabras, sobre todo las que se relacionan con las emociones.
Por ejemplo: “Sé que te sientes molesto porque (la causa) y lo comprendo perfectamente…”
5. Dar afecto: quizás te parecerá una tomadura de pelo pero lo cierto es que la inmensa mayoría de las personas reacciona de forma positiva ante el afecto por lo que esta es una de las principales habilidades sociales a desarrollar.
Dar afecto no significa que debemos besar a un desconocido sino que debemos demostrar con nuestro lenguaje extraverbal que la apreciamos como persona y que estamos abiertos al diálogo. Para ello es fundamental dar un apretón de manos cordial, esbozar una sonrisa siempre que la situación lo permita, mantenernos ligeramente inclinados en actitud de atención y, sobre todo, jamás cruzar los brazos a la altura del pecho.
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