Cómo superarla. La clave está en la aceptación emocional.
Qué es:
La
frustración es una respuesta emocional común a la oposición
relacionada con la ira
y la decepción,
que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad
individual. Cuanto mayor es la obstrucción y la voluntad, mayor
también será probablemente la frustración. La causa de la
frustración puede ser interna o externa.
Tolerar la
frustración nos permite enfrentarnos con éxito a la vida. La baja tolerancia
a la frustración nos causa enojo, depresión e incapacidad ante cualquier
molestia o problema y provoca la evitación o mala solución de los mismos.
Toda acción
inteligente tiende siempre a conseguir un fin determinado.
El labrador siembra para recoger una
cosecha.
El financiero invierte para conseguir unos
beneficios.
La secretaria sonríe para agradar a su jefe.
El niño se
arroja al suelo para que su madre lo tome en brazos.
El hombre de
experiencia,
analiza objetivamente todas las posibilidades. Piensa en el resultado final y
no se inquieta por los pequeños reveses que ha previsto ya como inevitables.
El inmaduro se rebela contra su
sino cuando éste le es adverso y trata de modificar el curso de los
acontecimientos para acomodarlos a sus deseos. El resultado es que su
frustración no conoce límites.
La
actitud del sabio es diferente.
Acepta las cosas como vienen y trata de fluir con ellas. En lugar de intentar
modificar el destino, que es inexorable, se adapta a los acontecimientos.
Cuando algo no sale como él lo tenía previsto, busca enseguida modificar su
óptica.
Me atrevería a jurar que no existe
persona que no haya conocido la frustración,
al menos en el mundo occidental donde, a veces, es como si se hubiera
convertido en una indeseada compañera de viaje. Pero… ¿qué es la frustración en
realidad?
La frustración
aparece cuando no conseguimos realizar nuestros proyectos, sueños, metas,
deseos… o simplemente cuando no logramos llevar a buen término una actividad.
De hecho, la frustración es común en los niños ya que estos a menudo se
encuentran con obstáculos debidos al escaso desarrollo de sus habilidades que
les impiden terminar con éxito la tarea en la cual estaban inmersos.
Desde esta perspectiva podemos
comprender que la frustración es un
sentimiento negativo provocado por el deseo de hacer algo o lograr algo y
la imposibilidad de conseguirlo. Comprendida de esta manera, podríamos decir
que la frustración es una reacción natural (que no es sinónimo de sana). Es
decir, es perfectamente comprensible que nos sintamos frustrados si después de
un año de estudio no pasamos el examen.
Sin embargo, el problema no es la
emoción en sí sino lo que hacemos con ella. Si no aprendemos a manejar la
frustración esta se apodera de nuestras vidas y las convierten en un verdadero
infierno de desesperanza, amargura, resentimiento y todas las otras emociones
negativas que quieras añadir.
No obstante, lo peor no es tan siquiera
que nos sintamos tan mal sino que la frustración genera muchas dudas. Primero
comenzamos preguntándonos si “¿lo
lograré la próxima vez?”, después pasamos a una afirmación dubitativa “quizás fracase de nuevo” para
terminar con una rotunda afirmación que pone fin a nuestros sueños y nos sume
en el inmovilismo total “no lo
lograré, soy un fracasado”.
De hecho, este es el mayor problema de
la frustración: genera una falta de motivación y fomenta una autoimagen
negativa y de escaso valor convirtiéndose en una profecía que se autocumple. Es
decir, si pensamos de antemano que vamos a fracasar en un proyecto, tendremos
más posibilidades de fracasar porque asumiremos una actitud derrotista.
¿Cómo salir de este
círculo vicioso? ¿Cómo superar la frustración?
La respuesta está en la aceptación. Básicamente, una
persona frustrada es una persona que tiene muchas cuentas pendientes con su
pasado y que tiene poco conocimiento de sí mismo, o que se conoce pero no se
acepta.
La aceptación
a la que me refiero es algo muy profundo, no es una aceptación a nivel lógico y
racional sino a nivel emocional. Por ejemplo, de seguro sabes qué pasaría si no
consigues terminar lo que te propones, conoces todas las posibilidades pero no
las aceptas. Porque una cosa es conocer y otra muy diferente aceptar a nivel
emocional.
Por tanto, en vez de preguntarte ¿qué
sucedería si no lo consigo?, pregúntate: ¿puedo vivir sin lograr lo que me
propongo?, ¿existen otros caminos para encontrar la felicidad? y ¿cómo me
afecta emocionalmente no lograr mi meta? Solo entonces comenzarás a aceptar la
aparente derrota.
Por otra parte, también es importante
que aprendamos a aceptar nuestras limitaciones. Porque es importante esforzarse
por lograr un objetivo pero llega un punto en que también es necesario
abandonar o, si se prefiere, replantearnos nuestras metas adoptando una
perspectiva más realista.
Para terminar, nada mejor que recordar
una frase del famoso psicólogo que dedicó parte de su vida a estudiar las
emociones humanas, William James:
“Aceptar lo que ha sucedido es el primer paso para
superar las consecuencias de cualquier desgracia”.
http://es.wikipedia.org
rinconpsicologia.com
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