Seguramente en alguna ocasión habrás escuchado decir que es
importante causar una buena primera
impresión o incluso has sido tú mismo quien se lo has dicho a un amigo. De
hecho, para las personas la primera impresión es muy importante porque somos
conscientes de que a partir de ese impacto los otros se forman una imagen sobre
cómo somos, elaboran una teoría que mediatizará las relaciones que
estableceremos en el futuro.
Unos treinta segundos suelen bastar
para que formemos una primera impresión de una persona que acabamos de conocer,
y tendemos a utilizar esa impresión para juzgar a dicha persona. Pero, ¿solemos
acertar?
¿Qué es realmente
la primera impresión?
La primera impresión no es más que una atribución
rápida e inconsciente de rasgos estables de la personalidad basándose en
pequeños elementos. Aunque estas señales pueden desvelar una parte de
nosotros, en realidad son bastante ambiguas y no siempre se relacionan de una
manera lógica con las atribuciones.
Por ejemplo, una persona puede darle un significado al uso
de una expresión verbal mientras que otra persona puede conferirle un
significado completamente opuesto.
Todos realizamos este tipo de atribuciones en nuestro día a
día. A los pocos segundos de haber conocido a alguien, incluso sin haber
intercambiado ni siquiera una palabra, ya estamos elaborando una teoría sobre
quién es y cuál es su personalidad.
Lo más interesante es que la primera impresión se forma
básicamente a través de las pistas visuales y, en especial, mediante la
información que recopilamos del rostro. De hecho, nuestro cerebro sabe que las
pistas faciales son las más significativas ya que el rostro puede expresar
muchísimas emociones importantes que nos pueden encaminar en la interacción.
También es curioso puntualizar que cuando nos presentan a
alguien con características físicas similares a las de una persona que
conocemos, tenemos la tendencia a atribuirle algunas de esas características.
Si la persona se parece a alguien que nos cae bien, le atribuiremos más
características positivas y mostraremos una actitud más abierta.
Realizar atribuciones rápidas es un
mecanismo de supervivencia
¿Qué lleva a una persona a realizar juicios tan
irracionales basándose únicamente en pequeñas pistas? La verdad es que la
primera impresión es un mecanismo muy útil que nos ayuda a guiarnos y saber
cómo comportarnos incluso si solo disponemos de pocos datos.
Ya sabemos que a nuestro cerebro no le gustan las
situaciones confusas ya que a veces eso significa un peligro potencial. Por
eso, cuando tenemos delante a una persona de la cual no conocemos nada,
realizamos un escaneo rápido buscando cualquier tipo de pista que nos sea de
ayuda y nos permita orientarnos. Así surge la primera impresión, un proceso muy
básico de señalización que nos impulsa a acercarnos a la persona o alejarnos de
ella si consideramos que puede ser peligrosa.
¿Cómo realizamos
las atribuciones?
En este punto es probable que te estés preguntando cómo
somos capaces de atribuir rasgos de la personalidad, algo tan complejo, a
partir de un simple escaneo mental. La respuesta se encuentra en nuestra
memoria autobiográfica, es decir, en las experiencias que hemos tenido con otras
personas.
A lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado con miles
de personas y nos hemos relacionado con cientos de ellas. A partir de estas
experiencias, de los filmes, los libros y las experiencias que nos han
transmitido, nos hemos formado una representación de los
diferentes tipos de personas. Por ejemplo, todos tenemos una idea de cómo luce un profesor universitario, un médico o un albañil. Obviamente, estas representaciones son solo un modelo, que puede ser más o menos, pero que nos sirve como patrón de comparación en el momento de formarnos la primera impresión.
En realidad, no podemos
evitar este mecanismo ya que se activa
de manera automática. Sin embargo,
ser conscientes de su existencia y de todos los estereotipos que puede
acarrear, ya es un gran paso para mantener una relación más abierta.
¿Qué factores influyen en el nivel de
acierto de las primeras impresiones?
1. Diferencias
individuales. No todo el mundo es igual de bueno juzgando a los demás.
La inteligencia
social varía de una persona a otra.
2. Apariencia
física. Por lo general, la gente tiende a considerar a las
personas atractivas más agradables, abiertas, inteligentes y socialmente
hábiles que las menos atractivas, y están más dispuestas a prestarles su ayuda.
Los más atractivos tienen también más probabilidades de ser contratados cuando
buscan empleo. Esto sucede para ambos sexos; sin embargo, entre los hombres se
considera más competente al más atractivo, pero sucede al contrario entre las
mujeres, pues se tiende a pensar que ellas progresan más debido a su atractivo.
3. Accesibilidad. La
accesibilidad es la rapidez y facilidad con que una información nos viene a la
mente y la utilizamos para hacer interpretaciones y juzgar a los demás. El
estudiante que comparte sus respuestas a un examen con un compañero, ¿es una
persona deshonesta o
un buen compañero? Si para ti las ideas sobre la
colaboración son más importantes y, por tanto, accesibles en tu mente,
considerarás que es un buen compañero.
4. Expectativas. Si te
hablan mal de alguien que no conoces, estarás más predispuesto a hacerte una
mala impresión de esa persona cuando la conozcas, mientras que si te hablan
bien, sucederá al contrario.
5. Motivación. No sólo
vemos lo que esperamos, sino también lo que queremos ver. Una persona
desconfiada, tenderá a interpretar del peor modo posible la conducta de los
demás.
6. Estado de
ánimo. Si te sientes feliz, tenderás a interpretar la conducta
de los demás de modos más optimistas. Los estados de ánimo negativos, en
cambio, no ejercen tanta influencia.
Así que, cegados por la primera impresión, tendemos a encasillar
a las personas al primer golpe de vista.
Como conclusión!!!
Ser nosotros mismos, la autenticidad, es lo mejor para causar una buena primera impresión.
Sin embargo, lo de ser auténticos es un consejo que nos
suena fatal si no nos gustamos.
La raíz de la primera impresión que causamos a los demás
se encuentra en la impresión que tenemos de nosotros mismos.
Dejar de
preocuparnos tanto por la imagen que proyectamos y ocuparnos más de cómo
estamos con nosotros mismos puede ser un sabio camino.
Fuente: Redolar, D. et. Al. (2013) Neurociencia Cognitiva. Madrid:
Editorial Médica Panamericana.
http://www.rinconpsicologia.com
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