Hay personas más resistentes al cambio que otras pero, en
sentido general, la inmensa mayoría de nosotros no somos grandes fans de las
transformaciones. Nos cuesta acostumbrarnos al cambio de temporada, al cambio
de hora o al cambio en la dieta. Por no hablar de los cambios más importantes,
en el trabajo o en la dinámica familiar.
La
resistencia al cambio proviene del miedo a lo desconocido o por la expectativa
de pérdida de los beneficios actuales. El aspecto visible de la
resistencia al cambio de una persona es cómo ella percibe el cambio. El
trasfondo es la duda sobre la capacidad de esa persona para enfrentar el cambio
que se avecina. En términos prácticos, administrar el cambio significa
administrar el miedo de las personas.
Cuando percibimos que la transformación es demasiado
fuerte, plantamos cara y se pone en marcha lo que en Psicología se conoce como
resistencia al cambio. Básicamente, es un mecanismo mediante el cual
pretendemos que las cosas sigan funcionando como antes. Sin embargo, cuando las
condiciones cambian, esta resistencia solo sirve para agotarnos, tanto física
como mentalmente. La buena noticia es que no es necesario llegar tan lejos: es
posible evitar la resistencia al cambio, mucho antes de que esta se instaure.
Cinco
pasos para aceptar los cambios
1. Imagina el peor escenario posible
Las expectativas a menudo no son buenas consejeras, sobre
todo si no son realistas. Por tanto, cuando tengas que enfrentarte a un cambio,
no te digas frases del tipo “no es nada,
será fácil enfrentarlo”, porque probablemente no será así.
En su lugar, imagina el peor
escenario posible. Dale rienda suelta durante algunos minutos a tu pensamiento
catastrofista, cuando llegues a la realidad, te darás cuenta de que todo no era
tan malo como suponías. De hecho, un estudio ha demostrado que solemos
exacerbar las consecuencias emocionales de los hechos negativos mientras
minimizamos los aspectos positivos.
Con este truco podrás
equilibrar tus expectativas y el cambio será menos abrumador de lo que suponías
por lo que generará menos resistencia.
2. Concientiza la resistencia
emocional
Uno de los principales problemas que ha generado nuestra
sociedad es la represión de las emociones. Se supone que no debemos sentir ira,
cólera o tristeza, que siempre debemos estar de buen humor y disponibles. Eso
hace que reprimamos nuestras emociones y que nos neguemos a identificarlas. Sin
embargo, el hecho de que no les pongamos un nombre no significa que no existan.
Para evitar la resistencia al cambio es importante aprender
a reconocer lo que sentimos. Es normal que durante los primeros días
experimentemos cierto malestar y que nos sintamos indefensos o molestos. Son
reacciones perfectamente comprensibles ante un cambio. Si las escondes solo
lograrás fomentar la resistencia al cambio pero si las aceptas, podrás pasar
página más rápido y adaptarte a las nuevas circunstancias.
3. Cambia tus pensamientos
Durante las primeras fases es normal que tengas dudas. Es
como cuando nos lanzamos en una piscina de agua fría, el cambio es tan fuerte
que nos preguntamos qué hacemos allí e incluso tendremos la tendencia a salir.
Sin embargo, si te quedas y superas esa resistencia inicial, al rato te
sentirás más cómodo. No se trata de que el agua esté más caliente sino que te
has acostumbrado.
Para evitar la resistencia al cambio, no basta con reconocer
tus emociones, es importante que seas consciente de tus pensamientos. Por
ejemplo, en vez de pensar: “quiero escapar,
esta situación no me gusta”, piensa: “estoy asustado
porque es una situación nueva pero con el tiempo me iré acostumbrando”.
Recuerda que tus pensamientos ejercen una poderosa influencia sobre tus
emociones por lo que es importante que adoptes ideas más serenas y acordes a la
realidad.
4. Explora las nuevas circunstancias
A menudo la resistencia al cambio se instaura porque
tenemos patrones preestablecidos que no queremos cambiar pero ni siquiera
conocemos bien en qué consiste la nueva situación. Por tanto, una excelente
manera para evitar la resistencia al cambio consiste en experimentar poco a
poco las nuevas circunstancias. Intenta enfrentarlas con la actitud de un niño
pequeño: con curiosidad y sin prejuicios. Si lo necesitas, no dudes en apoyarte
en personas que ya han vivido esa misma situación, pregúntales qué hicieron y
qué estrategias les resultaron más útiles.
5. Concéntrate en los aspectos
positivos
Toda situación entraña aspectos positivos y negativos. Cuando nos ciegan las emociones a menudo no somos capaces
de ver ambas aristas pero es fundamental que aprendas a centrarte en los
factores positivos del cambio. Si es necesario, enlístalos. Muy pronto te darás
cuenta de que hay alguna oportunidad para crecer.
Fuentes: rincón de psicología. Jennifer delgado
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