lunes, 15 de julio de 2013

Frustración


Cómo superarla. La clave está en la aceptación emocional.

Qué es:

La frustración es una respuesta emocional común a la oposición relacionada con la ira y la decepción, que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual. Cuanto mayor es la obstrucción y la voluntad, mayor también será probablemente la frustración. La causa de la frustración puede ser interna o externa.

Tolerar la frustración nos permite enfrentarnos con éxito a la vida. La baja tolerancia a la frustración nos causa enojo, depresión e incapacidad ante cualquier molestia o problema y provoca la evitación o mala solución de los mismos.

Toda acción inteligente tiende siempre a conseguir un fin determinado.

El labrador siembra para recoger una cosecha.
El financiero invierte para conseguir unos beneficios.
La secretaria sonríe para agradar a su jefe.
El niño se arroja al suelo para que su madre lo tome en brazos.

El hombre de experiencia, analiza objetivamente todas las posibilidades. Piensa en el resultado final y no se inquieta por los pequeños reveses que ha previsto ya como inevitables.

El inmaduro se rebela contra su sino cuando éste le es adverso y trata de modificar el curso de los acontecimientos para acomodarlos a sus deseos. El resultado es que su frustración no conoce límites.

La actitud del sabio es diferente. Acepta las cosas como vienen y trata de fluir con ellas. En lugar de intentar modificar el destino, que es inexorable, se adapta a los acontecimientos. Cuando algo no sale como él lo tenía previsto, busca enseguida modificar su óptica.

Me atrevería a jurar que no existe persona que no haya conocido la frustración, al menos en el mundo occidental donde, a veces, es como si se hubiera convertido en una indeseada compañera de viaje. Pero… ¿qué es la frustración en realidad?

La frustración aparece cuando no conseguimos realizar nuestros proyectos, sueños, metas, deseos… o simplemente cuando no logramos llevar a buen término una actividad. De hecho, la frustración es común en los niños ya que estos a menudo se encuentran con obstáculos debidos al escaso desarrollo de sus habilidades que les impiden terminar con éxito la tarea en la cual estaban inmersos.

Desde esta perspectiva podemos comprender que la frustración es un sentimiento negativo provocado por el deseo de hacer algo o lograr algo y la imposibilidad de conseguirlo. Comprendida de esta manera, podríamos decir que la frustración es una reacción natural (que no es sinónimo de sana). Es decir, es perfectamente comprensible que nos sintamos frustrados si después de un año de estudio no pasamos el examen.

Sin embargo, el problema no es la emoción en sí sino lo que hacemos con ella. Si no aprendemos a manejar la frustración esta se apodera de nuestras vidas y las convierten en un verdadero infierno de desesperanza, amargura, resentimiento y todas las otras emociones negativas que quieras añadir.

No obstante, lo peor no es tan siquiera que nos sintamos tan mal sino que la frustración genera muchas dudas. Primero comenzamos preguntándonos si “¿lo lograré la próxima vez?”, después pasamos a una afirmación dubitativa quizás fracase de nuevo para terminar con una rotunda afirmación que pone fin a nuestros sueños y nos sume en el inmovilismo total “no lo lograré, soy un fracasado”.

De hecho, este es el mayor problema de la frustración: genera una falta de motivación y fomenta una autoimagen negativa y de escaso valor convirtiéndose en una profecía que se autocumple. Es decir, si pensamos de antemano que vamos a fracasar en un proyecto, tendremos más posibilidades de fracasar porque asumiremos una actitud derrotista.

¿Cómo salir de este círculo vicioso? ¿Cómo superar la frustración?

La respuesta está en la aceptación. Básicamente, una persona frustrada es una persona que tiene muchas cuentas pendientes con su pasado y que tiene poco conocimiento de sí mismo, o que se conoce pero no se acepta.

La aceptación a la que me refiero es algo muy profundo, no es una aceptación a nivel lógico y racional sino a nivel emocional. Por ejemplo, de seguro sabes qué pasaría si no consigues terminar lo que te propones, conoces todas las posibilidades pero no las aceptas. Porque una cosa es conocer y otra muy diferente aceptar a nivel emocional.

Por tanto, en vez de preguntarte ¿qué sucedería si no lo consigo?, pregúntate: ¿puedo vivir sin lograr lo que me propongo?, ¿existen otros caminos para encontrar la felicidad? y ¿cómo me afecta emocionalmente no lograr mi meta? Solo entonces comenzarás a aceptar la aparente derrota.

Por otra parte, también es importante que aprendamos a aceptar nuestras limitaciones. Porque es importante esforzarse por lograr un objetivo pero llega un punto en que también es necesario abandonar o, si se prefiere, replantearnos nuestras metas adoptando una perspectiva más realista.

Para terminar, nada mejor que recordar una frase del famoso psicólogo que dedicó parte de su vida a estudiar las emociones humanas, William James:

Aceptar lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”.









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